Diario de una vida

Diario de una vida
Lo que he aprendido hasta el día de hoy...

domingo, 25 de marzo de 2012

Mi inspiración para escribir se ha ido perdiendo. Cualquiera diría que todo el tiempo de ilusiones vanas ha hecho mella sobre mi imaginación, pero no lo puedo asegurar. Creo que se debe a que me falta una fuente de inspiración, alguien sobre quien escribir, en quien pensar.
Y puede que intente pensar en alguien, un chico tan lindo y atento e inteligente, pero no funciona, no debe ser así. Él es el tipo de chico que me gusta, pero cuando quiero escribir sobre él no hay nada. Y aunque suele ser difícil hablarle, no me es imposible, y no hay más que el nerviosismo habitual que tengo al hablar con alguien que apenas conozco.
Y mientras tanto, mi anterior fuente de inspiración ha ido perdiendo su fuerza; ya no es alguien en quien pueda pensar, y me motive a escribir. Lo sigo viendo, sigo pensando que es el tipo de chico que me gusta también, y aún me encanta ver sus ojos y su linda sonrisa; sin embargo, apartar la mirada de él se vuelve cada vez más fácil, así como permanecer tiempo lejos de él, y sin saber de él.
Entonces no queda ya nada de sentimientos de tipo romántico. Lo único bueno que podría decir, es que con una experiencia reciente tuve la oportunidad de reconocer lo importantes que son mis amigos para mi, y de apreciarlos más, y darme cuenta de todo el cariño que les tengo. Porque si bien a veces me entra la nostalgia, el anhelo de tener un novio, alguien que me quiera como yo a él, y que me cuide y me abrace, no se compara con la inmensa libertad y sensación de confianza que me proporciona estar con mis amigos, platicando sobre cualquier cosa, haciendo tareas, viendo películas, jugando videojuegos, o simplemente dejando que el tiempo pase. Eso sin mencionar que a algunos de ellos también los puedo abrazar, y puedo compartir mis sentimientos con ellos. Y quiero que esa sea una amistad que nunca termine.

domingo, 4 de marzo de 2012

Iguala

Por razones que parecían muy obvias en un principio, y no tanto ahora, no podía escribir sobre este pequeño viaje realizado en secreto.
Empezó porque, por alguna otra razón, nos quedamos con ganas de ir a Iguala, así que fuimos. Para empezar,había que encontrar un día, y el lunes 7 de noviembre no hubo clases en el tecno, por una reunión sindical o algo así, por lo que el día ya estaba decidido. Después, había que encontrar una forma de ir. Sara, Kary, Yetla y yo quedamos de vernos en el centro para tomar el autobús, a las 7:15 am. Yetlanezi se nos perdió de vista porque, aunque ya había llegado, ni Kary ni yo la vimos. Sara llegó un poco tarde también y pensamos que no iría.
Subimos al autobús, casi a las 8, sentadas las cuatro cerca, y yo con Yetla.
Llegando a Iguala, el chofer nos reclamó porque según no habíamos pagado ni Yetla ni yo, pero si. En fin, fue un malentendido que se solucionó, y terminamos pagando menos de lo que era.
En la terminal, donde están las bancas y los horarios y todo eso, nos estaban esperando Mike, Yayo (por fin pude conocer al famoso sr. Yayo), y Carlos. Como ninguna los conocía, ni ellos a nosotras, Mike se encargó de presentarnos. Y fue donde las cuatro dijimos los pretextos que hicieron posible que llegaramos: Yetlanezi fue al tecno, a sus clases como siempre (sus papás no sabían que no había clases), Sara también en el tecno, Kary fue la única que dijo que sus papás si supieron que fue a Iguala, y yo fui a casa de una amiga en Puente.
Lógicamente, se rieron un poco de nuestros pequeños pretextos. Luego salimos y esperamos a que llegara Jorge, ya que él vive un poco más lejos. 
Cuando llegó Jorge lo primero que hicimos fue ir a almozar. Pasamos por el parque donde según veríamos una ardilla por la tarde (que no vimos), y escogieron almorzar tortas. Lo más raro de todo es que yo prácticamente no llevaba dinero (de los aproximadamente $150 que llevaba, tenía que guardar $110 para el autobús), así que fue Yetlanezi la que tuvo que prestarme. 
Terminando de almorzar, fuimos a ver las tiendas, donde venden oro, solo por curiosidad, porque no podíamos comprar nada. Desde ahí, nos fuimos en taxi a ver el asta bandera, y una vista panorámica de toda Iguala. Estuvimos un rato, platicando, viendo los lugares a los que podíamos ir, oyendo sobre el servicio militar al que tenían que ir cada sábado, tomando algunas fotos, oyendo que Kary quería ir a Taxco (ella no quiso ir la vez que fuimos Yetla, Mike, Jorge, Álex y yo) y, sobre todo, oyendo las historias verdaderas de Yayo, sobre la laguna de Tuxpan, donde hay un pueblo en el fondo, y de vez en cuando se ve la punta de la iglesia, o la historia de terror de una capilla cerca del asta bandera. 
Eso hasta que decidimos ir a galerías. Caminando un rato, y luego en micro, y luego caminando. Mientras, seguíamos platicando, sobre lo que estudiaba cada uno, y todas las cosas tan raras que pueden decir 4 chicos tan locos como ellos. 
En galerías no había ninguna buena película para ver, y empezamos a ver tiendas de ropa, comprar un helado. En algún momento llegó una amiga de Sara, que se llama Elvira, con su novio, y se quedaron con nosotros. Luego comimos pizza, con salsa robertina, toda una novedad para nosotras.
Y terminando de comer, Mike, Jorge y Elvira con  su novio tenían que ir por sus maletas para regresarse con nosotras, ya que el martes (al otro día) si había clases. Carlos y Yayo tenían que irse también, por otros motivos, así que nos quedamos las cuatro solas. Eran poco más de las 4 pm, y teníamos que verlos a las 5 en la terminal, y por lo mismo no estuvimos mucho tiempo solas. Fuimos a la terminal en taxi, los esperamos un rato, compramos los boletos, y al fin llegaron, apenas a tiempo para alcanzar lugar en el autobús. 
Regresamos sin problemas, en un trayecto que duró creo más de dos horas, por lo que llegué a mi casa casi a las ocho.