Diario de una vida

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Lo que he aprendido hasta el día de hoy...

viernes, 15 de agosto de 2014

La transición hacia lo divertido

Sin darme cuenta de cómo o por qué, de repente ya éramos más a la hora de comer, cómo para por fin llenar una mesa del comedor. Angélica y Carla, después Laura, Beidi, a veces Ana Lilia o Vianey, y los primeros tres, Armando, Pedro y yo. Lo curioso es que, aunque hablábamos más entre nosotros, Laura y yo éramos las más serias. Angélica a veces trataba de sacar tema de conversación, pero no siempre duraba mucho, sólo de vez en cuando para platicar y reír un buen rato.

Fue en la tecera semana que empezamos a ir a las clases. Fui con Angélica, Pedro y Armando a capoeira el lunes, pero a la mitad de la clase ya estaba sofocada, el ejercicio de ese tipo no es para mi, con mi escasa condición, y mi problema de circulación hacía que me doliera mucho la cabeza. Cómo pude terminé la clase, sin poder pararme de manos ni nada de lo que hicieron, y no me quedé a la clase de cardio, porque no la hubiera aguantado. Esa no fue tan interesante; en capoeira, el profe es joven, moreno, delgado, y habla con un acento brasileño muy curioso y lindo, además de que es muy paciente con los que no podemos hacer los ejercicios. Al final de la clase algunos compañeros me sugirieron ejercicios para aumentar la altura de mis patadas, que fueron de pena, pero ese día decidí que ya no iría a esa clase, por el esfuerzo tan grande que tuve que hacer para no desmayarme o algo.

La clase de baile (salsa) fue mucho mejor. Cuando llegamos, resultó que Angélica ya conocía al profe. También iban con nosotras Pedro y Armando. Había más personas que no conocía, todos empleados, y que ya tenían tiempo yendo a clase. Nos formamos en dos filas, una de hombres y una de mujeres, para que todos tuviéramos pareja, y para que cuando el profe dijera "cambio" los hombres se recorrieran un lugar a su izquierda o su derecha, y así bailar todos con todos. Cuando me tocó bailar con Pedro, como que dudé un poco, más porque Pedro es ligeramente más bajo que yo. Y el profe dijo que no me diera pena, y me preguntó si trabajábamos juntos, y le dije que sí, por eso dijo que ya estaba cansada de verlo todo el día como para además bailar con él, pero que igual lo hiciera, o algo así. El profe es muy divertido, siempre encontraba algo que decir que nos hacía reír, y había quienes le seguían la corriente, lo que hacía la clase más divertida; también, en unas vueltas que practicaba con él, me mareé, y me preguntó si estaba borracha, y le dije que no, y que tal vez eso me faltaba...
 Aprendimos el paso básico, cómo dar vuelta a la izquierda y a la derecha, cross body, open break, y el básico 1. A las 6:00 el profe dijo que lo hicimos muy bien, y que ya empezaba la clase de avanzados, que si queríamos quedarnos a ver podíamos hacerlo, para ver hasta dónde podemos llegar de seguir practicando.  Cómo mis compañeros se irían en el camión de las 7:15 se quedaron, y yo me quedé con ellos también, para ver la clase. Armando y yo practicamos los pasos que habíamos aprendido, aunque él también está ligeramente más bajo que yo. Lo malo, es que esa fue la única clase de salsa a la que fueron Armando y Pedro, y que esa semana y parte de la siguiente, no teníamos acceso, y por eso era esperar a que alguien nos abriera la puerta para entrar y salir, cuando no iba Laura, porque ella si tenía acceso.
A la siguiente clase, fue parecido, pero ya nos pudimos quedar a la clase de avanzados, que si me resultó un poco complicada; por otra parte, todos los compañeros sabían bailar muy bien, así que sólo era seguirlos.
El profe de capoeira también iba a las clases de salsa, aunque la primera vez que fue no lo reconocí de inmediato, porque estaba vestido formalmente y usando lentes, y casi no habló, y lo que más recordaba era su acento medio brasileño. Fue bueno verlo, baila genial, aunque resultó que está ligeramente más bajo que yo, pero no tanto, y es muy atento y considerado, y guapo. Lo mejor fue ver a otro compañero, más alto que yo (lo que significa que está muy muy alto), delgado, de piel clara, cabello castaño, ojos café claro, una linda voz, unos brazotes (como mencionó el profe una vez que le pidió ayuda para mostrarnos a las mujeres un nuevo paso) y además muy amable y atento, y divertido, con una sonrisa tan linda. Para hablar de él, cómo no sabíamos su nombre, Laura y yo nos referíamos a él como "el compañerito". Incluso después de que yo, un día, viera discretamente su gafete, para saber su nombre. Después también involucré a Angélica en el "juego" de ver al "compañerito", y le dije que estaba apartado, por que es el único más alto que yo, y que ella se podía quedar con el profe de capoeira o con mi hermano (le enseñé una foto de él y lo vio guapo). Y esa era mi queja habitual con Laura al salir de clase: que todos nuestros compañeros están demasiado bajitos, y es incómodo para bailar con ellos, que ni siquiera el profe de baile, o el de capoeira estaban de mi estatura, aunque casi, y que los únicos dos más altos eran el "compañerito" y otro compañero que se llama Víctor, que se veía medio fresa, y es moreno, delgado, con barba, que también baila genial, pero se portaba medio payaso, o fresa pues. Casi todos los días llovía, y casi siempre al salir del trabajo para ir a clase, o al salir de clase. Un día de esos, Laura y yo tuvimos que pasar el estacionamiento corriendo, y aún así, se mojaron nuestros zapatos, y así estuvimos toda la clase, bailando con los zapatos mojados. Y todas las clases seguía teniendo dos pies izquierdos, pero iba mejorando aún así, lo suficiente para no marearme o no perder el paso.
Los primeros dos jueves que fui, no hubo ninguna clase de baile, hasta el tercero, que fue de bachata y cumbia, más interesantes que de salsa. En nuestra sexta semana, o poco antes, Angélica convenció a algunos otros compañeros de ir, y eso hacía las clases más divertidas, al verlos tan torpes, como nos debimos haber visto nosotros, y bailar con ellos también era algo curioso. Primero fue Mike, después él, Beto, Luis, Omar, el novio de Brenda. otro chico que se llevaba bien con Carla; todos más amigos de Carla y Angélica.

En nuestro lugar de trabajo, las cosas seguían tranquilas; Pedro llegaba muy temprano, yo llegaba después, Laura mucho después. Entre más tarde, más gente había, y a veces no alcanzaban las sillas para todos, por eso teníamos que llegar temprano. Jorge terminó su residencia el 8 de julio, y yo no fui el 7 porque tenía cita médica con el reumatólogo, y Jorge no fue el 8 nada más por no ir. Así que me quedé sin mi PL temporal, y pasé a ser mi propia PL. De todas formas, agregué a Jorge al fb, y cuando quería saber alguna cosa del proyecto, le preguntaba. Antes de que se fuera, estuvimos platicando de música, porque a él le gusta el metal y heavy metal, o géneros de ese tipo, y a mi me gustan también, pero mi favorito es el gótico. Así que me pasó su música, vi la música que tengo, pusimos música de ambos en cada laptop, y nadie dijo nada, aunque no hubiera muchos de esos gustos. Hablamos de anime también, y por eso supe que a otro compañero le gustaba también y sabe dibujar, se llama Lalo, pero era demasiado serio y no hablaba mucho con nadie. En cambio, sus amigos, eran muy habladores, y divertidos: Mike, Camilo, Omar, y sobre todo, Jonathan. Un día, algunos días después de que se fuera Jorge, Jonathan empezó a hacerle plática a Laura, pero no me metí; cuando pasó de nuevo, si me integré a la conversación, y lo mismo hicieron Camilo y Omar, creo, o tal vez fue Lalo, porque quien haya sido solo se dedicó a escuchar. Y también se integró Pedro después. Nos pusimos a platicar de nuestras escuelas, nuestras carreras, edad, donde vivimos y cosas así, básicas. Y resulta que son muy divertidos. También me empezó a hablar Beto, aunque me veía muy seria, y siempre dijo que soy seria; cuando se enteró, por mi fondo de pantalla, que me gusta el anime, hablamos de anime, también un poco de música pero casi no; como sea, no había mucho que decir ni siquiera de anime, porque no he ido a ninguna convención ni nada por el estilo, mas que nada porque, por donde vivo, no hacen esas cosas, y si las hacen, no son muy buenas.

En las comidas, salíamos los mismos tres de siempre, Armando, Pedro y yo, solo que ahora ya éramos cuatro, con Laura. Y además, quien se quisiera integrar, casi siempre Beidi, Carla, Angélica. Y la hora en el comedor ya no era solo para ir a comer y estar alejados un poco del trabajo, sino que ya era divertida, platicar con más fluidez, reír (y es que a veces decían cada cosa). Incluso una vez, comiendo cochinita, me comí por accidente (casi) un habanero, y me enchilé y me lagrimearon los ojos, y fue horrible, y todos se dieron cuenta, y cuando pasó el susto, fue un motivo más para reír (y Armando todavía me lo recuerda de vez en cuando); o la vez que dije que soy seria, y Armando casi se ahoga con su comida por la risa, y todos se rieron diciendo "que buen chiste", así que ya había superado, hacía tiempo, mi etapa de seria. O una vez, al día siguiente de una clase de capoeira y cardio, me estaban contando todo lo que hicieron y lo interesante que fue, y Laura dijo que hasta "sentía el poder" en sus brazos, y también se rieron de ella (incluyéndome), por lo que después Armando también se podía burlar de ella un poco diciendo "saca el power" o cosas así.

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